Desde que en 2008 con la bancarrota de Lehman Brothers comenzara la crisis mundial que a día de hoy aún arrastramos, el mundo laboral cambió por completo de la noche a la mañana. No sólo porque millones de personas perdieron sus trabajos sino porque las empresas se centraron en retener y buscar unos perfiles que hasta entonces no tenían importancia. Anteriormente a 2008 todos teníamos trabajos que desarrollábamos con mayor o menor implicación pero las empresas seguían obteniendo beneficios y nadie se planteaba nada más.
Con la caída del sistema financiero, sólo algunos sectores más especializados y profesionalizados han continuado ascendiendo hacia el éxito. El resto, han caído en picado.
En España todo el mundo era capaz de vender coches, casas, televisiones, seguros de vida…Cualquiera se ponía a construir casas, cualquiera podía regentar un bar o un restaurante. Hoy las cosas son muy distintas y ya no volveremos atrás.
La gente de nuestra edad se lamenta que no hay trabajo, que los salarios son injustos y que los requisitos para todo candidato son excesivos, porque es más fácil construir muros y lamentarnos que construir retos y soñar por ellos.
Desde pequeña mis padres me decían que la formación me daría libertad. ¿Libertad para qué?, pensaba yo. A los 24 años cuando me independicé lo comprendí: la formación y la preparación nos dan la libertad necesaria para escoger el futuro que queremos.
El trabajo no es simplemente una cosa más de nuestra vida. El trabajo lo es todo. Trabajar en lo que nos gusta nos da motivos para levantarnos cada día motivados y acostarnos con la sensación de que hemos realizado algo grande.
Lamento profundamente la mentalidad de algunas personas que conozco de mi misma edad, que siguen defendiendo que el trabajo es sólo una cosa más, que no renunciarían a nada por trabajar más y más duro. Estas son las personas que hoy, con la crisis que vivimos, se lamentan por no encontrar un ‘buen’ trabajo o por ‘estar mal pagados’.
A los 20 años yo tenía un sueldo de 300 euros y nunca me planteé si era poco por las horas que dedicaba. Siempre me centré en disfrutar de cada minuto que pasaba con mis compañeros, todos mayores que yo, y que me enseñaban mucho más de lo que ellos jamás habrían imaginado.
A lo largo de mi vida no he cuestionado ni interna ni externamente si la empresa me estaba pagando lo que me merecía. Siempre centré mis esfuerzos en seguir preparándome y aprendiendo de todos los que me rodeaban.
He intentado siempre inculcar mi filosofía a las personas que he tenido cerca, con mayor o menor éxito.
El trabajo te tiene que hacer feliz. Trabajar no es sólo una obligación para la subsistencia. Trabajar cada día dando lo mejor de ti, te ayuda a construirte una red social de personas que saben cómo eres y cuánto te entregas.
El trabajo me lo ha dado todo. El trabajo incluso me ha robado el miedo a quedarme sin. Y esto no tiene precio. El trabajo me ha enseñado a ser valiente. El trabajo me ha ayudado a ver esta crisis mundial desde otra perspectiva.
Volviendo al vuelco del mercado laboral, hoy, con 36 años y 16 de carrera profesional, veo esta misma filosofía de entender la vida laboral, reflejada en muchas de las personas jóvenes que trabajan conmigo. Pero otras, y son varios millones, siguen aferrados a que el problema es de los demás. Siguen pensando que el mundo es injusto y que ellos no tienen ninguna parte de culpa.
He sido siempre consistente con el mismo mensaje. Si trabajas bien, todo llega.
Hay momentos incluso en los que tenemos que hacer un parón para reorientar nuestro futuro, o formarnos más, o vivir una experiencia en el extranjero. Si lo que hacemos no nos motiva, tenemos que seguir buscando. Pero no podemos olvidar nunca que trabajar no es sólo una obligación: es también una gran oportunidad.
A los que pensamos así, no nos faltará nunca el trabajo.
En estos días que corren, hablando con muchos profesionales de mi mismo sector, todos acabamos quejándonos de lo mismo: no encontramos profesionales buenos para las posiciones que estamos buscando. “El mercado está muy mal” “No encuentro perfiles válidos”, repetimos todos.
¿Qué buscamos los profesionales del sector Retail?
Nos interesan los perfiles con idiomas, con marketing personal, con actitud, con pasión, con ganas de trabajar las horas que haga falta (porque las tiendas son vivas y no tienen horario), con don de gentes, con capacidad para gestionar equipos de tienda, con gusto por el producto que vendemos, con imagen suficiente como para representar la marca…. ¿Tan difícil es? Pues sí! Los jóvenes no quiere trabajar. Los candidatos ya vienen a las entrevistas con condiciones. Todos quieren ganar la maratón sin haber entrenado antes.
España no es una potencia mundial. Los españoles no somos los mejores profesionales del mundo. Pero vivimos en un país con más de 300 días de sol al año, rodeado de mar, y con estas condiciones deberíamos tener una actitud mucho más positiva frente a la vida. Por lo contrario, nuestra sociedad se ha vuelto huraña y ha dejado de luchar por nada. Los jóvenes crecen sin espíritu de lucha, sin saber qué significa trabajar bien y para qué hay que hacerlo.
Los medios de comunicación nos bombardean 24 horas al día sobre lo mal que trata el mercado laboral al trabajador. Muchos jóvenes están creciendo con una idea equivocada de lo que significa ser empleado.
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