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VENCER LA GUERRA AL TABACO


No recuerdo la fecha ni la hora cuando decidí dejar de fumar para siempre. Pero recuerdo muy bien la ilusión que sentía dentro de mí, al formar parte, finalmente, del grupo de no fumadores.  Y ha sido esta motivación la que me ha llevado hasta aquí.

Tras 17 años fumando y prácticamente nunca haberme planteado dejar de hacerlo, porque me gustaba y disfrutaba con algunos de los cigarrillos;  en los últimos meses comencé a sentir vergüenza de pertenecer a un grupo social de apestados, vergüenza de permitir que el tabaco me dominara, vergüenza de destrozarme la vida con cada calada. Y durante meses después de cada cigarro necesitaba mascar chicle o engullir un caramelo para disimular el olor, que tanto me disgustaba.

Cuando llegaba a casa mi pelo olía mal, mis uñas amarillenteaban,  mi bolso estaba lleno de polvo de tabaco y a veces odiaba mi tos.

Un día me desperté por la maña y decidí retarme a mi misma aguantando hora tras hora sin fumar, hasta llegar aquí, pasados unos meses.  La angustia y la ansiedad desaparecieron casi sin darme cuenta y mucho antes de lo que esperaba. En el fondo no fue tan difícil como siempre había creído.

Nunca tiré los cigarrillos (aun hay en casa), nunca tiré los encendedores (aun llevo en los bolsos) y siempre continué tomando café.  Continué permitiendo a fumadores a mi alrededor y sabéis por qué? Porque para mí dejar de fumar fue un acto de valentía. Quise demostrarme a mí misma que mi poder de la mente era mayor que la nicotina.  Probablemente no era el mejor momento para dejar de fumar, pero sí estaba pasando por el mejor momento emocional y estaba preparada para ganar.

En cada momento en el que mi cerebro intentaba actuar con normalidad, la imagen mía del pasado encendiendo un cigarrillo aparecía en mi mente y automáticamente por asociación de imagen, mi cerebro hacia un click y una nueva imagen del humo quemando mis pulmones desmontaba todos los mitos. Así logré yo dejar este patético habito de fumar.


Dejar de fumar es como una guerra: si no ganas, morirás. El tabaco o yo, y decidí ganar yo. Y lo único de lo que me arrepiente es no haberlo hecho antes. Pero en la vida, para todo hay un momento y yo ahora sí lo supe aprovechar.

Recuerdo pocos instantes en mi vida en los que me he sentido más feliz y orgullosa de lo que he hecho. Cada día me levanto y recuerdo que  cuando era otra persona más cobarde, me habría tomado un café y habría salido a fumar a la terraza. Ahora sin embargo ya no lo hare mas.  Y eso me hace feliz.

He querido compartir mi experiencia porque yo siempre pensé que jamás lo dejaría. Siempre tuve miedo de pasarlo mal, de sufrir, de engordar, de convertirme en una cascarrabias.

Pero hoy he vencido la batalla y lo he hecho sola, sin tratamiento, sin medicación, sin ayuda. Yo y mi otro yo hemos logrado convencernos para tomar esta decisión y mantenerla cada día.

Es cuestión de valentía, nada más.

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