Cuando trabajé con americanos, éstos me enseñaron que la base de la motivación de los equipos es descubrir cuáles son las cosas que más les motivan para poder utilizarlas y mantenerles siempre vinculados emocionalmente. Cuando realicé el curso sobre
las personalidades y los colores aprendí la importancia de entender a los demás y saber situar sus necesidades y sus inquietudes según su personalidad y así tratarles de una manera especial para mantener o incrementar su motivación.
Todos no somos iguales. En realidad casi ninguno de nosotros se parece. Pero si hay algo que nos une a todos es la necesidad imperante de sentirnos motivados y vinculados emocionalmente a lo que hacemos.
Aunque vengamos de un país diferente o de una cultura con raíces distintas o tengamos una personalidad más fuerte o más débil, siempre habrá un punto que nos une: la necesidad de sentirnos motivados, la necesidad de sentir una ilusión por lo que hacemos y la necesidad de vivirlo intensamente.
A diario me encuentro con amigos, antiguos o actuales compañeros de trabajo, etc que me explican vivencias que acaban de vivir que les ha apartado de la motivación que tenían. Todas estas vivencias están talladas por un mismo patrón: la incapacidad de su responsable superior por descubrir qué puedes y qué no puedes hacer con cierta persona. La incapacidad de los responsables de darse cuenta que todos los individuos no somos iguales. Que si queremos mantener a nuestros equipos motivados, tenemos que saber leer el lenguaje de lo que realmente motiva a cada uno.
A veces pensamos erroneamente que una celebración, un reconocimiento, un proyecto nuevo o un regalo podrán motivar a una persona de nuestro equipo. Y no hemos dedicado el tiempo a plantearnos qué será que realmente motiva a esa persona. Su motivación no es la misma que la mía y las palancas motivadoras no tienen por qué funcionar igual que a mí.
A veces corregimos posturas u opiniones de nuestros equipos porque nos parece lo mejor. Pero nunca nos hemos planteado si esa corrección vale tanto la pena como para poner en riesgo su motivación. Deberíamos actuar más por cómo son las personas a las que dirigimos, que por nuestros propios principios.
¿Por qué los no anglosajones somos tan básicos y pobres en saber motivar a nuestros equipos?
He vuelto recientemente de un viaje a Estados Unidos y ya empiezo a entender por qué cada vez que piso territorio americano me doy cuenta de lo mal que gestionamos a las personas los demás. Es evidente que ellos tienen muchos fallos, pero algo les tengo que merecer y es su capacidad para leer al otro. Su increíble arte para saber mantener la motivación de las personas que les rodean, aunque sea por un interés empresarial.
Aprendamos de los demás y comencemos a dirigir personas como personas y no como lo que quiero ser yo. Y vosotros, ¿alguna vez os habéis sentido así?
las personalidades y los colores aprendí la importancia de entender a los demás y saber situar sus necesidades y sus inquietudes según su personalidad y así tratarles de una manera especial para mantener o incrementar su motivación.
Todos no somos iguales. En realidad casi ninguno de nosotros se parece. Pero si hay algo que nos une a todos es la necesidad imperante de sentirnos motivados y vinculados emocionalmente a lo que hacemos.
Aunque vengamos de un país diferente o de una cultura con raíces distintas o tengamos una personalidad más fuerte o más débil, siempre habrá un punto que nos une: la necesidad de sentirnos motivados, la necesidad de sentir una ilusión por lo que hacemos y la necesidad de vivirlo intensamente.
A diario me encuentro con amigos, antiguos o actuales compañeros de trabajo, etc que me explican vivencias que acaban de vivir que les ha apartado de la motivación que tenían. Todas estas vivencias están talladas por un mismo patrón: la incapacidad de su responsable superior por descubrir qué puedes y qué no puedes hacer con cierta persona. La incapacidad de los responsables de darse cuenta que todos los individuos no somos iguales. Que si queremos mantener a nuestros equipos motivados, tenemos que saber leer el lenguaje de lo que realmente motiva a cada uno.
A veces pensamos erroneamente que una celebración, un reconocimiento, un proyecto nuevo o un regalo podrán motivar a una persona de nuestro equipo. Y no hemos dedicado el tiempo a plantearnos qué será que realmente motiva a esa persona. Su motivación no es la misma que la mía y las palancas motivadoras no tienen por qué funcionar igual que a mí.
A veces corregimos posturas u opiniones de nuestros equipos porque nos parece lo mejor. Pero nunca nos hemos planteado si esa corrección vale tanto la pena como para poner en riesgo su motivación. Deberíamos actuar más por cómo son las personas a las que dirigimos, que por nuestros propios principios.
¿Por qué los no anglosajones somos tan básicos y pobres en saber motivar a nuestros equipos?
He vuelto recientemente de un viaje a Estados Unidos y ya empiezo a entender por qué cada vez que piso territorio americano me doy cuenta de lo mal que gestionamos a las personas los demás. Es evidente que ellos tienen muchos fallos, pero algo les tengo que merecer y es su capacidad para leer al otro. Su increíble arte para saber mantener la motivación de las personas que les rodean, aunque sea por un interés empresarial.
Aprendamos de los demás y comencemos a dirigir personas como personas y no como lo que quiero ser yo. Y vosotros, ¿alguna vez os habéis sentido así?
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