
En nuestro país se ha dicho siempre que la envidia es el deporte nacional, que no nos alegramos de los éxitos ajenos y que en el trabajo consideramos que todos los jefes que hemos tenido a lo largo de nuestra carrera, no nos han aportado nada.
Con esta pregunta, con mis candidatos cara a cara en una sala de reuniones, a lo largo de los años he tenido tiempo de darme cuenta y analizar múltiples reacciones pero en general y salvo pequeñas excepciones, todos los entrevistados se lamentan de no haber entendido nunca por qué tenían ese responsable superior, no le tenían bien considerado, pensaban que no les aportaba nada o que no merecía la posición.


En algunas empresas americanas algunos directivos son vistos como líderes naturales, mentores y personajes que inspiran mucho, pero en los mercados anglosajones las cualidades de un responsable se valoran de manera distinta y no acaban de encajar con el mercado español. Pero podemos trabajar hacia caminos parecidos comenzando por la comunicación y a la autoevaluación. Seguramente si preguntáramos a los directivos qué esperan de sus equipos, éstos entenderían mejor que el problema entre ambos es que nunca se han sentado a hablar para escribir una ruta de trabajo común. Si supiéramos que nuestro responsable directo espera de nosotros que seamos más proactivos, que consultemos más nuestras decisiones, que compartamos más los puntos de vista, que trabajemos más rápido, más en equipo, sólo por poner un ejemplo, seguramente nuestra relación sería más fructífera.

Los jefes son necesarios para dirigir las empresas, los proyectos, los negocios, los equipos. Los jefes también necesitan aprender de nosotros, sus equipos y para ello hay que hablarlo con tiempo para juntos ir construyendo el grupo para convertirlo en un equipo fuerte y sólido.
Si caemos en lo más fácil, en criticar y construir barreras, vayamos a la empresa que vayamos siempre nos encontraremos con el mismo problema, con la misma falta de comunicación. Y un día tal vez llegaremos a ser directivos y dirigiremos equipos con las mismas carencias que lo han hecho otros en el pasado.
Escribamos la ruta del éxito. Si alguien no la conoce, empecémoslo sin miedo. A veces los jefes esperan mucho de nosotros, y esto puede ser un buen principio.
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