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Soñar despierto


De pequeña mis deportes favoritos eran la natación, el atletismo y el fútbol. Los veranos que había Juegos Olímpicos me pasaba horas delante de la televisión procurando que no se me escapara nada.  Recuerdo con especial cariño los JJOO de Los Angeles 84, probablemente porque eran los primeros en los que yo era consciente de todo, a mis 9 años de edad. Recuerdo que miraba con autentica devoción las carreras del nadador alemán, Michael Gros, apodado el albatros por sus enormes brazos.  Recuerdo perfectamente un ídolo indiscutible, Carl Lewis, que batió el récor de Jessi Owens. Y la selección española de baloncesto, que perdió la final contra la selección de Estados Unidos del gran Michael Jordan. Verles subir al podio para recoger las medallas después de aquella hazaña, me emocionaba tanto que me tele transportaba y acababa viviéndolo igual que ellos, llenándome la cabeza de pájaros de barro.

En los años posteriores, ya con la cabeza más amueblada, no cesaba en preguntar a mis padres qué diferencia había entre estos campeones y yo.  Quería entender por qué algunas personas llegan al número 1 y otras no. Mi padre siempre me decía: "la única diferencia entre un campeón y uno que no lo es, es que ellos no han dejado de luchar nunca hasta ganar. Todos somos los mejores en algo, pero la diferencia es que unos encuentran este algo, y otros no".   ¿En qué seré buena yo? Me pregunté durante años.

Con el paso del tiempo, y atando cabos para entender el por qué de todo esto, he formulado mi propia teoría cogiendo un poco de aquí y un poco de allí. Mi padre decía que para ser el mejor, hay que encontrar en qué somos los mejores. Pero no se puede ser el mejor sin la motivación de luchar por algo. Para luchar por nuestro sueño, hay que tener una cierta actitud y una mentalidad ganadora. Para ganar, hay que sacrificar muchas cosas y sólo sacrificaremos  nuestra vida por nuestra verdadera pasión. Muchos nos pasamos la vida buscando una pasión y pasan los años sin haberla encontrado. Otros, cambian el rumbo de su vida a los 30, 40 o 50 para invertirlo todo por un sueño que por fin tienen el  oraje de realizar. Otros nos llenamos la cabeza de pájaros que nos trasladan aquí y allí pero pasan los años y seguimos igual.

Aquí está la explicación de por qué unos llegan al número 1 y otros no. Si tenemos un sueño, hay que perseguirlo. Si no lo tenemos, hay que crearlo. Vivir sin sueños, no es vivir. Tener la motivación y el coraje suficiente de encontrar aquello en lo que somos los mejores, nos hará vivir sensaciones que jamás habríamos pensado. Esas sensaciones que yo tenía a los 9 años al ver a Carl Lewis en lo alto del podio olímpico, podrían ser hoy las mías. La cuestión es seguir buscando, encontrarlo, y luchar por ello.

¿Qué serías capaz de hacer y hasta dónde podrías llegar si no tuvieras miedo?

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