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Éxito o Fracaso


Un amigo tocó fondo al perder su trabajo. Sintió que su empresa le había destruido la vida al apartarle del grupo de forma tan dura y radical. En realidad, el fracaso le provocaba más dolor que la pérdida del empleo en sí.
Él se había entregado y dedicado durante meses a un proyecto en el que creía. El sentimiento de injusticia le generó un mal estar tremendo porque había perdido una batalla sin merecerlo. Injustamente había sido rechazado y su proyecto había quedado en nada.

El sentimiento de injusticia nos acompaña a lo largo de nuestras vidas, generando rabia e incomprensión. No estamos preparados para aceptar injustas valoraciones en exámenes de escuela y universidad, ni promociones de personas de la empresa que no se lo merecen, ni que se deniegue una beca que hemos solicitado con toda la ilusión.

Las injusticias nos generan impotencia, ira e incomprensión porque no estamos preparados para afrontarlas, porque nunca nadie nos ha enseñado cómo hacerlo.

En el deporte tenemos múltiples ejemplos. En un partido de fútbol cuando el árbitro anula un gol por error, los jugadores corren en masa a pedirle explicaciones y paralizan el partido aún y sabiendo que no van a conseguir cambiar nada. ¿Entonces por qué lo hacen? Porque la frustración por la injusticia les bloquea y sólo ven la culpa como válvula de escape.

A mi entender de las caídas deberíamos aprender algo. Cuando sentimos el rechazo o la injusticia tan de cerca, deberíamos sentir una motivación interna que nos empuje a pasar a otro proyecto, centrarnos en algo nuevo que nos de fuerza para volver a ganar.
 
Si perdemos una promoción por la que siempre habíamos luchado, en lugar de llamarlo injusticia, deberíamos concentrar nuestros esfuerzos en saber en qué hemos fallado, en buscar otra motivación personal, tal vez en más formación o en un cambio profesional.

No conseguir nuestras metas no significa que hayamos fracasado en el intento. Hemos aprendido que a veces las cosas no salen como pensábamos. El margen entre derrota o victoria es muy claro, pero la diferencia entre éxito y fracaso no existe.
Tener éxito o haber fracasado son autovaloraciones en función de las metas que nos hayamos marcado.

La gente que nos rodea sabe si hemos conseguido o no el objetivo por el que estábamos luchando, pero ellos no juzgan nuestro éxito o fracaso, porque estos juicios son más personales.   Los que marcamos nuestras metas, valoramos los resultados y analizamos los pasos a seguir, somos solamente nosotros.

Me aterra ver  cómo la juventud actualmente asocia todos los retos de la vida al éxito y al fracaso. Si tengo un trabajo, tengo éxito; si me deja la pareja, soy un fracaso; si tengo coche, tengo éxito; si no soy popular, soy un fracaso.  Está claro que algo mal estamos haciendo. En los años 70 y 80 estos términos no formaban parte del vocabulario común.  Hoy se repiten constantemente.

Una vez en una ponencia en Estados Unidos, el presentador dijo "If you've never failed, you've never lived" y me hizo entender que  "si no has fracasado, no has vivido", entendiendo fracaso como un término igual a "hoy, y sólo hoy, no he conseguido mis objetivos".

Clasificamos las experiencias en éxitos o fracasos y no debería ser así. Pensamos que llegar al objetivo es ganar y no hacerlo, es perder. Por eso, cuando nos encontramos con rocas en el camino, y caemos, éstas se convierten en nuestras injusticias que nos han privado del éxito.

A veces las rocas nos dan la oportunidad de hacer un parón en el camino, para reflexionar. Lo fácil es buscar factores externos, injusticias, que nos autoconvencen de que no fue nuestra culpa. De esta reacción no aprendemos nada, no crecemos personal ni profesionalmente para prepararnos para el próximo proyecto.

En el fondo, las injusticias por muy claras que sean, no existen. Son sólo excusas que nos ayudan a externalizar una situación normal de la vida y que no nos aportan nada. Están allí, eso es  cierto, pero si en lugar de bloquearnos, nos empujaran a ser mejores, no tendríamos miedo a perder justa o injustamente.


La derrota es para los que quieren ganar mañana. El éxito es sólo íntimo y personal. Nuestros compañeros, amigos y familiares no saben juzgarlo, sólo interpretan lo que nosotros expresamos. Las injusticias son una excusa más para justificarnos, pero sin saberlo, nos bloquean también. Vivamos el presente mirando hacia el futuro. Marcarnos metas nos ayuda a encontrar pequeñas motivaciones que nos permiten seguir soñando, para que el día de mañana, miremos atrás un segundo y digamos "cuantas retos hemos logrado!"

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